Para finales del siglo XIX los Estados Unidos eran una nación cuyo territorio abarcaba de la costa americana del océano Atlántico a las playas del Pacífico. Había expandido su poderío al continente asiático, donde se apropió de las Filipinas tras la guerra Hispano-norteamericana y se convirtió en una potencia colonial en el Caribe, aunque sólo ocupó la isla de Puerto Rico. Obtuvo las islas de Hawai* y la península de Alaska. En Centroamérica, aunque no invadió propiamente ningún país, ejerció enorme poder político y económico en la región, al grado que en 1903 provocó que Panamá se independizara de Colombia para obtener el control sobre la zona del Canal transoceánico. De este modo, Estados Unidos se consolidó como una de las potencias económicas occidentales que definieron el siglo del Imperialismo.
Los estadounidenses comenzaron su avanzada a partir de su frontera vertical, que en un principio corría desde New Hampshire hasta Georgia. Una de las primeras adquisiciones territoriales fue la compra del territorio de la Louisiana y la Florida occidental a los franceses en 1803. El presidente Thomas Jefferson pagó por estos territorios 15 millones de dólares de aquel entonces. De un golpe, Estados Unidos se convirtió en una potencia continental, propietaria de vastos recursos que le daban mayor independencia de Europa. Este primer éxito sentó el precedente de la expansión territorial futura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario